¡Reine + Jesús!
“Mi alma tiene sed, del Dios de agua viva, ¿Cuándo llegaré a verte, Señor?”
Nuestra Hermana Clarita, como cariñosamente la llamábamos, nació en La Puerta del Cerro, Mpio. de León, Gto., el día 3 de septiembre de 1916. Fue miembro de una muy cristiana y humilde familia, formada por Dn. Luis Navarro y Dña. Petra López. Ocupó el quinto lugar entre catorce hermanos, de los cuales sobrevivieron únicamente nueve.
Ella misma gustaba de contar así su vocación: Un vecino que la conocía muy bien, vino a León, el mismo día en que se celebraban los funerales de nuestro Padre Fundador. Y sintió el impulso de llevar en su poder una de las flores con que los fieles hacían tocar el ataúd, conservándolas luego como reliquia. De regreso a su localidad, le obsequió esta flor, contando su procedencia y diciéndole, que el Padre que acababan de sepultar era un verdadero santo y que había fundado un Instituto Religioso... La madre Clarita, atribuyó a este hecho el principio de su vocación. Y así, el día 24 de diciembre de 1936, ingresó como postulante para prepararse y consagrarse a Dios, como Hija del Sagrado Corazón de Jesús. El día 14 de agosto de 1937, vistió el hábito religioso y el 15 de agosto de 1939, emitió su profesión. Más tarde en agosto de 1945 ratificó para siempre su amor a Dios, con la profesión perpetua.
Durante toda su vida religiosa se distinguió por un carácter alegre y jovial, fue siempre muy caritativa, tanto con las hermanas como con las alumnas, estaba siempre pronta a prestar algún servicio, echándose a cuestas trabajo extra, sus superioras contaron siempre con su obediencia sumisa y alegre. Desempeñó hábilmente los oficios de tallerista y maestra de alumnas, fue también una experta en pastelería y repostería.
Desempeñó el cargo de superiora de dos comunidades, Chihuahua y Casa de Jesús León, como superiora, se manifestó solícita y atenta a las necesidades de sus hermanas y alumnas. Como hermana, fue invariablemente amable y amistosa, siempre se mostró muy afectuosa y era detallista con todas. Se preocupó por las vocaciones favoreciéndolas y apoyándolas según sus posibilidades, principalmente con su oración y buen ejemplo.
La relación que tuvo la M. Clarita con su familia fue muy afectuosa y cercana, desde la muerte de su mamá, fue ella el centro de unión entre sus hermanos y sobrinos. Después de una larga y fecunda vida, fue llamada por el Señor a participar de su Cruz, permitiendo que padeciera un penoso y doloroso cáncer, lo sufrió con paciencia y con una notable serenidad. No escatimó sacrificio, para someterse a los tratamientos y prescripciones médicas, y conservando siempre su jovialidad y buen humor. Después de dos años de esfuerzo y lucha contra la enfermedad, sus fuerzas se debilitaron y consumido el vigor de su naturaleza se abandonó en las manos de la misericordia divina.
El día primero de Mayo del Año Jubilar, Abrió los ojos a la vida verdadera en la Patria Celestial.
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